Y es que por más que una persona reincida negativamente en nuestra vida, si nosotros mismos no somos capaces de remediarlo nos convertimos en los culpables. Culpables, de nuestra infelicidad, fracaso, desdicha, desazón..
En un estado perenne de incertidumbre emocional. Calculando constantemente en la balanza el peso que diferencia entre cabeza y corazón.
Creyendo que siempre tomamos la elección correcta, aún que a sabiendas, volverá a doler..
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