Pero no obstante ante tanta alegría que desprendía, la tristeza también golpeaba a menudo a la puerta de su corazón. Ella ponía todo su empeño en que nadie notase su dolor, lo encerraba bajo llave como a una bestia.
Acumulaba cientos de dolores, entre ellos innumerables mentiras, decepciones..
Parecía impasible, más dentro era sensibilidad en estado puro. Pues la vida la había puesto a prueba tantas veces y durante tantos años.
Pero un día la cantidad y exceso de dolor colmó su vaso, vaso que más parecían miles de piscinas olímpicas juntas.
Y golpeó con fuerza sobre la mesa, dejando las cartas al descubierto, dejando ver por una vez aquello que la sacrificaba cada día un poco más. Rompió esquemas, puso puntos sobre las íes, esclareció sus dolores.
Después de ese golpe de autoridad llegó de nuevo el dolor. Esta vez intenso, quemando fuertemente su interior.
Pero ya no importaba, pues ese dolor empezó a hacerla más fuerte aún, libre de carga..
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