martes, 2 de noviembre de 2010

Jamás olvidaré ese mágico viernes veintinueve de octubre. Y es que tal día mi vida se encendió, se iluminó mi camino que antes veíase sombrío.
Los nervios, las velas, sus palabras entrecortadas, sus brazos rodeandome, su aliento avivando el mio..
Nunca en mi vida nadie me hizo sentir así. Sentía millones de mariposas en mi interior, mi cuerpo no podía dejar de temblar, mis brazos no la querían soltar, mis labios solo la querían besar..
Y entre sus brazos y envuelta por sus palabras mis lágrimas se agolpaban deseosas por derramarse; a pesar de intentar contenerlas, salieron sin más. Eran lágrimas de felicidad, una felicidad tan extrema como jamás pude imaginar.
Me hizo sentir grande, especial, querida como nunca, feliz, tan feliz que no podía creerlo..
Y es que estas palabras suenan vacías puesto que los sentimientos de ese día no encuentran palabras para ser dichos.
Ese día sentí fluir el amor por mi cuerpo como nunca lo había hecho..


Y vuelvo a llorar, a llorar al recordar.. 
Y te doy las gracias una vez más, por hacerme sentir lo jamás nadie pudo conseguir..

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